Me enamoré


Prólogo
Hola, me llamo Alejandra, pero me podéis llamar Alex. Vengo a contaros mi historia desde una pequeña habitación de Alicante. Escribo para desahogarme. Digamos que cada letra es una lágrima que saco de mí, cada lágrima que derramo me quita un peso de encima, y tal vez, sólo tal vez, algún día podré ser feliz del todo.
Os preguntaréis que es lo que me pasa, ¿no? Bien, os lo diré; amor, un sentimiento que puede llevarte a las nubes, pero que también puede hundirte. Un sentimiento difícil de explicar. La verdad es que a mí me encanta el amor, pero sólo si sale bien. No como en mi caso. A mí el amor me hundió, me cortó como un cuchillo recién afilado, haciéndome sangrar; es lo que llamo mis lágrimas. Porque estas lágrimas no son comunes, son especiales. El dolor es tan intenso que no son normales.
Bueno, antes de empezar con mi historia, tendré que explicaros por qué sufro tanto. Veréis, estaba en lo más alto, tan feliz que pensaba que no iba a estar triste jamás, como una extraña nube que nunca baja a recoger agua, que se queda arriba, contemplando cada paisaje, disfrutando de la vida. Estaba tan feliz que no me importaba nada, no sufría. Sólo quería disfrutar de cada palabra suya, de cada gesto, de cada mirada. Pero como tan fácil subí, fácil bajé. El golpe fue duro, como desde la cima de una montaña, como desde la nube al suelo. No me dio tiempo a reaccionar, y de pronto me di cuenta de que estaba en lo más bajo, como nunca antes había estado.


Capítulo 1
No soy muy femenina, así que me puse mi sudadera negra, unos pitillos y mis inseparables mustang rojas.
Estaba en Plaza Mar 2; Alcampo, Alicante. Ahora sé que no debí de haber ido jamás. Fui a comprar unos zumos que sólo encontraba allí. Vi a una chica, un tanto confundida porque no encontraba los suyos. Me vio yendo a por el mío y se me acercó. Me quedé embobada. Pelo negro liso –a mí el pelo liso me resulta de lo más sexy-, vaqueros, ojos preciosos con tonos verdes y algún que otro marrón, zapatos con estampado de tigre. Bolsito negro. Bufanda negra, una de esas que van soltando pelitos por todos lados. Camisa vaquera. Si la tuviera que definir con una palabra, elegiría ‘preciosa’.
-¡Hola! ¡Qué suerte has tenido! Justo estaba buscando los míos. Ahora me da vergüenza hasta mirarte, llevaba como diez minutos buscándolos, vienes tú y te llevas el último que quedaba.
-Vaya, lo siento. No sabía que tenía nombre. La próxima vez iré con más cuidado, no vayas a aparecer –dije con tono sarcástico.
-¡Qué graciosa eres! No te rías tanto, la próxima vez seré más rápida. No te preocupes, guapa.
-¿Guapa? ¿Debería ofenderme o sentirme elogiada? Sabes que las chicas muchas veces usamos ‘guapa’ para insultar. Pero también otras para elogiar –respondí un tanto confundida y nerviosa.
-Déjalo anda, veo que estás un poco cortita –dijo sonriendo.
Si antes diría que era preciosa, ahora diría que era una diosa. La chica perfecta que te describen en los libros. El ser más bonito que había creado la naturaleza, –dejando a parte a mi perrita Deisy, claro- mi concepto de chica guapa con una sonrisa preciosa que la convertía en la chica de mis sueños. La chica con la que tanto he soñado pero que jamás había visto en persona.
-¿Te pasa algo?
-No,  nada. Tranquila, estoy bien.
-Bueno, me tengo que ir. A sido un gusto conocerte, em… ¿te llamabas?
-Alejandra, pero tú me puedes llamar Alex. ¿Y tú?
-Lo siento. Te lo diré la próxima vez que nos veamos.
-Y… puedo saber ¿por qué?
-No creo en las casualidades, sino en el destino. Si nos volvemos a ver será porque tienes que formar parte de mi vida, y será ahí cuando te lo diré. De momento me puedes llamar ‘la chica de los zumos’ –dijo sonriendo, y se marchó.
En ese momento no quise que se fuera, pero ahora me gustaría no haberle seguido el rollito a esa chica. Es por ella que estoy así, echa una mierda. Os daré un consejo; no dejéis que una persona sea tu vida, porque cuando se vaya no os quedará nada.
No la llamaré ‘la chica de los zumos’, sino ‘la chica de la sonrisa preciosa’.
No voy a decir que me arrepienta de haberla conocido, porque la verdad es que me enseñó a amar, lo que es el amor de verdad.  Estuvo siempre en las buenas y en las malas, estuvo. Con ella aprendí lo que es la pasión; lo que es el sexo. Sexo sin limitaciones, sexo con amor; desenfrenado, mágico. Con ella aprendí lo feliz que te puede hacer tener a la persona que amas entre tus brazos después de hacer el amor. Con ella aprendí que el amor verdadero sólo se encuentra una vez, que jamás volverás a encontrar a esa persona que te llene al cien por cien, por la que darías incluso la vida si fuese necesario. Que después de esa relación, no habrá otra igual.
La verdad es que sigo sonriendo cada vez que recuerdo cuando hacíamos planes de futuro; el nombre de nuestros hijos, nosotras en el porche con la manta, nuestra casa, donde viviríamos, cuántos hijos tendríamos… Pero parece que todo fue un sueño, un maldito sueño del que no quería despertar. Aún recuerdo la textura de su piel, sus besos con sabor a ‘tengo ganas de ti, pequeña’, como me despertaba, su sonrisa; esa mágica sonrisa que me cautivó y de la que aún sigo presa. Recuerdo cada momento juntas, el día en el que nos dimos nuestro primer beso;  fue un 26 de diciembre a las 19:56h, el mejor día de mi vida…

Capítulo 2
Veamos… ¿Dónde estaba? Ah, sí. Ya me acuerdo. Veréis, unas de mis pasiones son el fútbol y las bicis. Así que cogí la costumbre de bajar todos los viernes al centro con mi bicicleta. Mi querida bicicleta… ¡Lo que daría por cambiármela! En fin, sigo con mi relato. A mí no es que me guste ir mucho de compras, –normalmente sólo voy acompañada- pero por el hecho de dar una vuelta por las mágicas calles de Alicante, –me encanta mi ciudad, por si no se notaba- entré en Stradivarius. Soy de esas chicas a las que les encanta una prenda, pero no se ven con ella puesta y no se la compran.
Después, fui al McDonald’s porque la bici da algo de hambre. Cogí mi hamburguesa, me senté en unos de los escalones y oí la voz que marcaría mi vida.
-Vaya, Alex, nos hemos vuelto a ver –dijo con entusiasmo.
Me resultó extraño verla con otra hamburguesa, más que nada porque no la vi dentro, además que pensaba que era de las que se cuidaban para tener ese cuerpazo.
-Vaya, ‘chica de los zumos’ parece que soy parte de tu vida, ¿no?
-Sí, eso parece –dijo después de dar un bocado.
-Entonces, ¿me vas a decir cómo te llamas, chica misteriosa?
-La verdad es que me encanta tu humor, Alex. Me llamo Andrea.
-Vaya, Andrea es un nombre muy bonito.
-¿Siempre dices eso?
-¿Y tú siempre eres tan borde?
-Soy borde con la gente que acabo de conocer.
-Cuando me conozcas, estarás loquita por mí.
-¡Já!, ¿qué te ha hecho pensar que soy lesbiana?
-Las lesbianas tenemos un séptimo sentido, por eso coqueteabas tanto conmigo, porque tú también supiste desde el principio que lo soy.
-Encima de mona, lista. ¡Me ha tocado el gordo! –y se rió. Adoro su risa.
-¿Qué te ha hecho pensar que en un futuro puedas tener algo conmigo?
-En un futuro, tú también estarás loquita por mí –dijo sonriendo.
-Vaya, directa, como a mí me gustan. Bueno, y ¿qué haces por aquí?
-Vivo en el centro.
-¿En qué parte? ¿Dónde?
-Tranquila, no vayas tan rápido. ¿Tengo que recordarte que aún nos estamos conociendo? –se rió. Se reía tanto que me sorprendía que fuera tan feliz.
-Vale, vale. –sonreí. Cuando sonreí se quedó boquiabierta, impresionada. Como si acabara de ver a la persona más preciosa del mundo, recuerdo que se puso bastante nerviosa- Pero, no te he visto en el McDonald’s, ¿dónde estabas?
-Dentro –sonrió tímidamente.
-Pero, no te he visto –contesté confundida- ¿Qué pasa, estabas escondida? –pregunté en tono amigable, me di cuenta de que escondía algo.
Sonrió indicándome que efectivamente, se había escondido. Lo que pasaba es que no sabía el por qué.
-Sí. Te vi y me daba vergüenza, la verdad.
¿Sí? ¿Por qué? –pregunté muy interesada.
-Porque me gustas mucho –sonrió de nuevo tímidamente. Como en las películas, cuando la chica se pone nerviosa al hablar con el chico guapo del instituto.
-Ven, sígueme. Iré despacio para seguir tu ritmo, ¿vale?
-No hace falta. Puedo coger una bici del Ayuntamiento.
La cogió y la dirigí hacia la playa, mi escondite. Cuando estaba triste me escondía ahí, porque en invierno no iba nadie. El ruido del mar y las olas chocando contra las rocas me relajaba bastante, me olvidaba de todo con sólo escuchar ese bonito sonido de la naturaleza. Llegamos.
-¿Por qué me traes aquí?
-¿Nunca has tenido ganas de saltar, de correr, de gritar de felicidad?
Sonreí y ella entendió bastante bien mi mensaje. Era como si me conociese de toda la vida. Comenzamos a correr y saltar, a gritar por la playa. Seguía bastante bien mi ritmo, hasta que nos dimos por vencidas y nos echamos a la arena.
-Me encanta el sonido del mar. ¿A ti no?
-Siempre vengo. Cuando estoy mal vengo y el sonido del mar me ayuda a tranquilizarme.
-Algún día me tendrás que contar por qué una chica tan preciosa y maja como tú tiene que venir a evadirse de la realidad.
-Cuando nos conozcamos más. No vayas tan deprisa –dije recordándole lo que me había dicho ella antes.
-¿Sabes? Nunca me había sentido tan feliz. Me refiero a ser tan feliz al lado de una persona a la que conozco de tan sólo dos días.
-A mí me pasa lo mismo.
Y de repente el mar dejó de aullar, el tiempo dejó de tener prisa, me sentía en las nubes; me besó.
-Creo en el destino. Y creo que eres una persona que ha llegado para quedarse siempre.
Apoyó su cabeza en mi pecho y  ahí nos quedamos, hablando y contándonos cosas, hasta que salió la luna.


Capítulo 3
Veréis, me dijo cómo se llamaba y hasta me besó, pero no me dio su número de teléfono. Curioso, ¿no? Esa chica… tenía algo especial. A lo mejor lo que dijo ella de que el destino haría que formara parte de su vida era verdad. Nos encontramos en el Alcampo y luego en ese McDonald’s. Desde el principio he tenido un gran feeling con ella; era como si nos conociésemos de toda la vida, éramos casi iguales, por no decir que esa chica era una copia de mí, no respecto al físico, sino respecto a la forma de ser, el humor, el carácter. Tenía ese no sé qué  qué sé yo que me encanta. Me transmitía sinceridad, me sentía muy a gusto hablando con ella, –cosa que no me pasaba muy a menudo con gente que acaba de conocer- y encima tenía ese puntito de chulita pero romanticona que me embelesaba. Pasé unos días sin verla, y la verdad, es que la echaba bastante de menos. Pero, ¿cómo puedes echar de menos algo que no has tenido? Estaba confundida.
Como todos los viernes, venía al Alcampo a comprarme mis deliciosos zumos; –más que nada porque al día siguiente me iba a ir con la bici y necesitaba algo para reponer fuerzas- la busqué una y otra vez, por todas partes. Pero una de dos, o no estaba, o se escondió de nuevo.
Solamente quedaba un zumo, como el día en el que la conocí, así que fui lo más rápido que pude para que no me quitara nadie. En el momento en que puse mi mano en el zumo, otra se posó sobre la mía. Fue una sensación genial, hasta pude oler su perfume; el mismo que olí aquella vez en la playa.
-Vaya, Alex, ¿otra vez tú? –dijo en tono sarcástico.
-Tómalo, es tuyo. La otra vez me lo llevé yo, ahora quédatelo tú.
-No gracias, no quiero tu caridad de niña buena.
-Vaya, veo que hoy estás más borde que nunca. Oye… a propósito, no me diste tu número de teléfono.
-¿Estás segura? –sonrió y se fue.
Cada día me gustaba más, me parecía bastante interesante, y misteriosa. Me volvía loca, en todos los sentidos. Estaba hecha a la perfección para mí, encajaba perfectamente conmigo. Y me preguntaba si algún día, las separaciones que tenemos en las manos, encajarían con la suya.
Fui a pagar mi querido zumo, -otra vez me salí con la mía- y en mi bolsillo encontré una notita.
Hola, Alex. ¿No querías mi número? Vente mañana al McDonald’s del otro día. Si tienes interés en mí vendrás y te lo daré, si no vienes, se acabará. A la misma hora del otro día. Cuídate, guapa.
Atentamente: La chica de los zumos.
¿Cómo pudo meter esa notita en mi bolsillo? Supongo que fue cuando las dos íbamos a coger los zumos. Cada día me impresionaba más, estaba clarísimo que estaba interesada en mí, que le gustaba.
No me lo pensé dos veces, y al día siguiente fui a la hora acordada. Me senté como el otro día en los mismos escalones y no paraba de buscar entre la gente que paseaba por la explanada, digamos que me fijaba en toda la gente, pasease por donde pasease. Y de repente la vi, venía con esa sonrisa tan preciosa que me hacía creer que no era de este mundo, que era una diosa. Me levanté para saludarla.
-Hola, Andrea –nos dimos dos besos en la mejilla.
-Hola, Alex. ¿Has tenido que esperar mucho? Lo siento, es que se me ha hecho un poco tarde.
-No te preocupes, lo bueno se hace de esperar.
-¿Siempre vas diciendo esas cosas? Conmigo no te funcionarán.
-Así que te haces la dura, ¿eh? Pues no dijiste lo mismo cuando me besaste.
-Te besé porque me apeteció, no porque estuviera loca por ti. ¿Te crees que por tener unos ojos preciosos, –aclaro que los tengo azules verdosos; cuando estoy al sol se me ponen azules, y cuando no, verdes- una sonrisa de despampanante, ese buen culo y esos labios tan sexys voy a ir detrás de ti?
-Así que te has fijado en mi culo, ¿no?
-Claro, es lo más normal. Pero sólo me atraes, de momento. Ya veremos luego. Bueno, sígueme.
-¿Dónde vamos?
-A ser felices por un día, aunque sea -me cogió la mano y comenzamos a caminar.
No sé por qué me dejaba llevar, tal vez porque no me importaba donde fuéramos mientras fuera con ella. El tacto de su piel me ponía la piel de gallina, y su aroma… su aroma me llevaba a lo más alto.
-¿Vienes mucho por aquí?
-Tú tienes la playa como escondite y yo esta plataforma con vistas al mar. Me parecía justo enseñártelo.
-La verdad es que tiene unas vistas muy bonitas. Además de que no sube casi gente a esta plataforma. También se pueden hacer muy buenas fotos; es su lugar muy bonito.
Se acercaba a mí, queriéndome besar. Estaba claro que no me iba a negar en absoluto, yo sólo me dejaba llevar. Su Blackberry vibró y nos cortó el rollo.
-Lo siento, ha sido una amiga que me ha hablado. ¿Por dónde íbamos? –dijo coquetamente.
Esta vez fui yo quien la besé, haciendo ese lugar mágico por unos segundos. Estaba claro que cada vez que viniera aquí, se acordaría de mí. Dejándonos llevar, me condujo hasta su casa. En cuanto entramos nos quitamos la ropa ansiosas de placer, y en ese momento, la hice mía por primera vez.


Capítulo 4
Os he contado poco sobre mí, ¿verdad? Bueno, os contaré chorradas mías. Como ya sabéis, me llamo Alejandra pero todos me llaman Alex. Tengo 15 años y soy de Alicante. ¿Defectos? Muchos, pero creo que uno de ellos es el peor; olvido demasiado rápido, y sí, es horrible, una auténtica mierda. Cuando olvidas rápido y perdonas como si nada, haces como si nada hubiese pasado, las personas se acostumbran a hacerte daño. ¿Virtudes? Alegre, simpática, bromista. Me considero una persona con la sonrisa bonita y unos ojos preciosos, todo hay que decirlo, ¿no es así? Pues eso.
Formo parte de ese grupo de chicas que con sólo un ‘buenos días princesa’ se enamoran. No literalmente, pero poco más falta. Cuido de los míos y soy bastante fiel. No me gustan los rollitos de una sola noche o amores de verano, sino las relaciones duraderas, serias.
La verdad es que prefiero estudiar al ocio, porque si no estudio luego no podré tener ocio alguno; hoy en día sólo nos falta pagar por respirar. Soy muy poco femenina, más que nada porque no veo que tenga un físico como para ponerme mona, porque no me gusto mucho, la verdad. A parte odio a las personas ‘pijas’, muchísimos son unos repelentes y te miran por encima del hombro, como si ellos fueran mejores… Los exterminaría; aunque hay grupos reducidos que sí son buena gente.
Vivo en uno de los barrios más conflictivos de Alicante, pero no por eso soy una ‘choni’, ni tengo amigos ‘canis’. Me gusta estudiar, más que nada porque quiero tener un buen futuro y salir de estas calles, no estar vendiendo bragas en la puerta del Mercadona de debajo de mi casa, puf!
Tengo que contaros miles de cosas. Estoy escribiendo esta historia pero no sé cómo acabará, así que os contaré hasta el día de hoy.


Capítulo 5
Me desperté y no estaba a mi lado, no estaba en la cama. La verdad es que me resultó extraño que sus padres no estuvieran en casa. La busqué por todos lados, hasta que apareció por la puerta.
-¿Y tú qué? ¿No pones notitas ni nada? Ya pensaba que eras me habías dejado tirada como en las películas. Además, ¿y tus padres?
-Primero: Estaba comprándote comida para hacerte el desayuno y llevártelo a la cama. Segundo: Se me ha olvidado con las prisas, ¿vale? Nunca te dejaría tirada. Tercero: Mis padres están en mi campo.
-¿Y tú no vas?
-Yo iré cuando ellos vengan a casa, lo hacemos todos los años. Verás, unos fines de semana van ellos, solos, y otros voy yo sola. Sé que pensarás que soy una marginada, pero es que mis amigas están también allí, en sus casas de campo.
-Bueno, por lo menos tienes buena compañía.
-Tendré buena compañía porque vendrás tú.
-¿Qué? ¡Ni loca! Te conozco de unos días, tus padres no me dejarán ir… no me dejarán volver a verte, me odiarán, me encerrarán y echarán la llave y además…
-Shh, calla. Vendrás y punto –y con un beso me calló.
Hicimos el amor, y después nos quedamos acostadas, abrazadas. Estábamos de película, una de esas películas de amor.
-¿Por qué tú y tus padres vais allí por separado, no todos juntos?
-También vamos todos juntos, pero si mis padres quieren desconectar y estar unos días solos, ¿por qué no? Yo me lo paso muy bien con allí con mis amigos, y mis padres me cortan el rollo. Así que llegamos a ese acuerdo.
No paraba de dibujarme corazoncitos en la barriga, como si fuese una enamorada. Me encantaba que me diera besos por todo el cuerpo, me ponía la piel de gallina.
-Entonces, vendrás, ¿no? Tengo muchas ganas de verte allí conmigo… de estar unos días contigo.
-Me encantaría, pero no sé si mis padres me dejarían. Además… estoy muy confundida con todo esto.
-¿Confundida? ¿Por qué? –preguntó mientras se enderezaba.
-Ha pasado todo muy deprisa. Me gustas mucho, y hasta me atrevería a decirte que te quiero, pero…
-Pero, ¿por qué? No entiendo nada… Haces el amor conmigo y ahora me dices esto.
-A ver, no estoy diciendo nada malo. Me gustas muchísimo y lo sabes perfectamente. Me refiero a que no te conozco tanto como para irme de fin de semana.
-Así me conocerás mejor, venga… Por favor.
-No sé… Ya veré.
Se levantó muy enfadada. Estaba claro que esta chica no aceptaba un no por respuesta. A mí sin embargo, me gustaba verla enfadada; se ponía muy sexy. Además, verla levantarse de la cama semidesnuda me encantaba, cómo no. Podía ver todas sus curvas a la perfección, cada vez estaba más claro que la mujer es y será lo más bello. Veía sus pechos pidiéndome que jugara con ellos, que los tocase.
Se puso frente al espejo poniendo caras raras, como si no se gustara a sí misma. Me levanté y por detrás, la abracé por la cintura.
-No te enfades, por favor.
-Dejando de lado eso, ¿te gusto físicamente?
-Claro que sí, ¿por qué no me ibas a gustar? Estás perfecta. Preciosa.
-Yo no estoy tan segura de eso…
-Eres preciosa, tanto por dentro como por fuera.
-Creo que estoy empezando a quererte, y eso no es bueno.
-Creo que estoy empezando a enamorarme, y eso es mucho peor.
No dudó ni un segundo en besarme en cuanto lo dije. Y otra vez volvimos a dejarnos llevar.